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Londres, Inglaterra. Año 1750.
Noche. El opaco y frío cielo, adornado por una gran y majestuosa perla que ilumina con su lúgubre y funesta luz una casucha de madera que a duras penas logra mantenerse en pie, sin nada más a su alrededor que el verde de la vegetación, los animales nocturnos que de cuando en cuando dejan salir el melodioso sonido de su cantar y el sonido del viento contra la rama de los árboles son el escenario del comienzo de esta historia.

Dentro de la que estaría desolada se encuentra un codicioso y soberbio joven, de raída apariencia, atacado por la miseria. Tiene hambre y sed de poder, desesperado ha encontrado el camino fácil que lo llevaría a poseer todo lo que está más allá de la imaginación. A su alrededor se encuentran cirios, un pote de pintura roja, una brocha y en su mano derecha se encontraba un grueso y viejo libro.

Sale. Con una traviesa sonrisa dibujada en su rostro, sus ojos temblaban eufóricos y su respiración era agitada y entrecortada. Contento como un niño rodeado de dulces, comienza a dibujar un pentagrama, coloca los cirios encendidos de un rojo ardiente, luego abre el majestuoso libro y comienza a recitar la oración con la que todas sus necesidades serán saciadas.

Luego de un eterno silencio no hay respuesta alguna, junto con desesperación e ira el chico decepcionado grita con desgarradores alaridos. Nuevamente el silencio sucumbe en el lugar, acompañado del jadeo de una alma vacía y el canto burlesco de los animales, el aire, el ambiente en general se tornan densos y fríos, lúgubre y melancólico. Miedo.

A lo lejos se escucha el galopar de majestuosas criaturas, el desenvainar de armas de filo, el huir de animales asustados y, en el centro del pentagrama yacía el hombre arrodillado, confundido por no saber con exactitud qué es lo que está pasando. Un nuevo estruendo se logra escuchar, el ruido de calaveras siendo arrastradas.

Emocionado,  se levanta esperanzado mientras grita eufórico.-¡Funcionó, funcionó! ¡Todos me temerán, todos me respetarán!.-A la vez que dejaba salir una burlesca risa.

Aquellas figuras que una veza no se lograban distinguir, ahora se acercaban más y más con sus armas desenvainadas, un estandarte, una espada, una lanza. El eufórico reía y reía con su mirada en el firmamento, tres figuras se acercaban, dos damas un caballero, miradas de fuego.La burlesca carcajada fue interrumpida por un borbotón de sangre que salía de su boca como una cascada carmesí. Sus orbes perdidos daban señal de que su vida ha caducado, el estandarte yace en su pecho, la espada en su cráneo y la lanza en el lado lateral del cuello.

El cuerpo sin vida cae, el rojo carmesí mancha el verde de la vegetación.

Dejaron el lugar y cabalgaron hacia donde se encontraba la montaña mas alta, seguidos por nueve entidades más y, detrás de estos las legiones que cada entidad comandaba. En aquel lugar los esperaba el ser que daría apertura a la guerra, conocido como "el ángel de la destrucción." En su mano derecha yacía un gran báculo, sus fríos ojos observaban detenidamente el ejército que debajo de sus pies se encontraba. Alzó su mano derecha sin apartar la mirada de estos.- Vosotros, discípulo de la lujuria, discípulo dominante, discípulo asesino... En verdad os digo mas les vale que esteís preparados... la guerra ha comenzado.-Sin más que añadir el ángel con potente fuerza chocó su instrumento contra el suelo, en seguida la tierra tembló estruendosamente, los caballos dejaron escuchar su relinchar y el apurado sonido de su galope.

15 años han pasado y la guerra está llegando a su fin, la batalla final está por comenzar, más sin embargo esta batalla es la primera de las últimas.

La soberbia, la codiciosa y el destructor; tres personajes distintos, la misma ambición, el poder total. Con un simple levantar de mano, sus legiones obedecen y se dirigen a atacar al ejército enemigo. Mientras, los tres ambiciosos desenvainan sus armas y se dirigen a atacarse los unos con los otros. Moretones, rasguños y heridas graves que para alguien común sería un gran problema, pero esto no es un obstáculo para ellos, más sin embargo para sus ejércitos, sí. Después de un arduo batallar los ejércitos han caído derrotados y solo quedan los tres persistentes discípulos jadeantes pero con deseos de conseguir el muy codicioso premio. Sus majestuosas criaturas han caído también, no queda más que la agilidad y la astucia.

Una filosa espada yace en el estómago de la soberbia ama, la codiciosa se regocijaba por haber acabado con uno de sus enemigos , pero tal fue su sorpresa al sentir el terrible estandarte en uno de los costados de su abdomen, la felicidad de este ser no duró mucho al sentir la fría lanza que atravesaba el centro de su torso, pronto la necesidad de aire en sus pulmones apareció. Aquellas miradas miradas ardientes de poder, poco a poco se fueron extinguiendo como una fogata en medio de una ventisca. La guerra ha llegado a su fin pero... No existe vencedor alguno.

Los tres fuertes guerreros yacen fallecidos en el suelo, ninguno pudo llegar a lograr su tan anhelado cometido. En medio del mar de sangre se puede apreciar la aparición de una cuarta alma, desprendiéndose de la que sería la soberbia guerrera, gatea unos cuantos metros y luego cae herido al suelo. Muerto.

Aquellas nueve entidades observaron la épica batalla, al ver que nadie venció tomaron la decisión de volver a iniciar la gran guerra, pero luego de cierto tiempo y en esta ellos participarán con todo su poder.

Demonios continúan saliendo del lugar donde fueron invocados estos seres, ese frío lugar, es la puerta de la catástrofe.

La puerta ha sido abierta y no hay llave que pueda cerrarla.

Actualidad, año 1950
Luego de 185 años los fuertes guerreros volvieron a la vida. Inicialmente no tenían recuerdo alguno, pero, a medida de que los años pasaron, todas aquellas memorias fueron floreciendo. Nuevamente adoptaron  la personalidad que en un principio tuvieron. Ahora no les queda más que esperar la aparición de sus nuevos enemigos para dar inicio nuevamente a la gran guerra.